viernes, 25 de marzo de 2011

Las reacciones de corazón





"La suave patria” difiere significativamente de los poemas que Ramón López Velarde publicó antes de 1921, porque La sangre devota (salido a la luz en 1916) y Zozobra (de 1919) son libros que consignan un conflicto entre la lubricidad y la ruta evangélica. Para mayor exactitud, control  de las conciencias mediante el régimen sacramental, que atormentó a este poeta, quien, por cierto, fue seminarista. Si la lujuria o concupiscencia es pecaminosa, óbice para la comunión, entonces ¿cómo podía él entregarse, sin remordimientos, a las delectaciones carnales? 

No abundaré en ese tema transido de nihilismo, que es el celibato, ni las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado laico. Solamente persigo un par de objetivos. El primero es elucidar el título de la oda a la patria, poniendo el índice en la manera  de adjetivarla, porque no es aguerrida, no es heroica, es suave. Veamos cómo López Velarde aborda el asunto cívico.

En el proemio advierte que, antes de escribir este poema, estuvo dedicado a la poesía lírica, en los  ya referidos libros donde se nota el conflicto entre sacramentos y deleites; sin embargo, era momento de proponerse la tarea diferente: impostar la voz, cantando con la gravedad de un tenor que se planta en “la mitad del foro” para asumir por única vez el tono heroico. Por primera y única vez. Si bien escribió al mismo tiempo un texto complementario, "Novedad de la patria", no se trata propiamente de un poema, sino que se le cuenta entre la prosa. Es un ensayo literario. Lo más importante del texto es que habla de lo mismo que el citado proemio, de concebir una “Patria menos externa, más modesta y probablemente más preciosa”. Su concepto es una patria que sea “no histórica, ni política, sino íntima”.[1]

        
Otro antecedente. En 1912 López Velarde hizo una crónica sobre el tema de “Los soldados”, en donde dice cuán diferentes de Aquiles son los hombres de la leva, de quienes comienza por lamentar las caras “cetrinas, despertando la meditación en los adultos aficionados a pensar en la patria, el asombro de los chiquillos y los suspiros en las mozas”, y continúa en una denuncia del prestigio que se les confiere: mera fantasía, porque se quiere ver en ellos el halo del heroísmo, cuando en realidad marchan hacia la montaña “empapada en sangre, para ser engullidos, en una desgracia vulgar, por el hocico insaciable de la revuelta”.[2] 
        
Para el poeta jerezano, la patria no ha de valer por sucesos militares y el asunto cívico es indigno de su confianza y de su entusiasmo: “No; estos guerreros que se confunden entre la pluralidad de la tropa no van a morir gloriosamente en un duelo que después será celebrado en los octosilábicos del romance”. [3]

Este poeta no hace pronunciamientos ideológicos ni sociológicos, desde luego y, en su propio ámbito que es el de la poesía, la épica se le antojó como una fruta descomunal. Por ello se limitó a “cortar a la epopeya un gajo”. Esto quiere decir, sin embargo, que se propuso cumplir con el requisito de la poesía épica: loar a los héroes; pero al cortar sólo un gajo de la epopeya nacional, le pareció que valía la pena hablar de un solo hombre por admirable en la medida que le resultaba extraño, un tlatoani: Cuauhtémoc. El “único héroe a la altura del arte”.

Pero, ¿cuál será este arte que exige altura de quien ha de ser loado? No es otro arte que el de la poesía épica, precisamente la que López Velarde no cultivó, cuando menos hasta ese momento, el ya señalado año de 1921, cuando se cumplió el centenario de la consumación de la independencia.

Todos los versos del proemio se encaminan al propósito de que el asunto cívico suene a la sordina. Es decir, que por singular artificio el clarín deje de ser estridente, para que pueda prodigar una música muelle, distinta con respecto a las bandas de guerra (el clarín es un instrumento que se hace sonar cuando cantamos un poema épico, elevado a rango oficial: el Himno Nacional Mexicano, de Bocanegra), de manera que su sonido sea muelle y delicado.

En sentido contrario, la sordina es una metáfora del recogimiento en las estancias hogareñas, id est, el "íntimo decoro",[4] de la patria más personal que política, pues el poeta consideraba que dicha intimidad es heroica, a su manera; aunque antónima de la publicidad y de la conmemoración cívica.

De aquí el título del poema: la patria imaginada será suave, en calidad de fémina. Le cantará en voz baja, como se habla al oído de una muchacha. De tal manera, al recitar el poema no hay que alzar la voz, sin necesidad (salvo en la loa a Cuauhtémoc), para que se alcancen a escuchar otros sonidos de su preferencia: el “golpe de las hachas” que propine un leñador con su movimiento de caderas, cortando los maderos silvestres, mientras se escuchan también las “risas y gritos de muchachas/ y pájaros de oficio carpintero”. 

Pero antes de tales versos, en la segunda estrofa, el poeta introdujo un elemento extraño: “porque van/ como los brazos del correo chuan/ que remaba la Mancha con fusiles”.

Es extraña, en el sentido de extranjera, la referencia al correo chuan porque sale del territorio mexicano, para trasladarse a la franja marítima que separa el Sur de Inglaterra y el Norte de Francia, especialmente Bretaña y Normandía. Dicha franja de agua, que hace el símil de las “olas civiles” por las que bogará el poeta, es el famoso Canal de la Mancha.

En cuanto al correo chuan, el segundo objetivo es explicar su inclusión en el poema. [6] Los chuanes fueron guerrilleros franceses, principalmente bretones. El nombre se debe a sus líderes, Jean Cottereau y sus hermanos, quienes heredaron el mote de su padre, al que le decían “la lechuza” (chouette). 

Hay varias novelas que hablan de los chouanes, mencionaré solamente una porque me parece pertinente para la explicación del extraño pasaje poético.  Se trata de El caballero Destouches, de Barbey D´Aurevelly, cuya novela se conoce también como La virgen Viuda. El relato ayudará también para saber qué clase de guerrilleros eran los chuanes, precisando su signo político.

En Francia, los soldados republicanos eran llamados por un mote de colorida referencia: los azules, cuyos dirigentes fueron Marat, Danton y Robespierre. En 1793 estos revolucionarios tuvieron que enfrentarse a la amenaza extranjera, además de la que venía del interior, desde el departamento de la Vendée, representada por los blancos, es decir, la reacción monarquista, que fue protagonizada, precisamente, por la chuanería.

Reaccionaria es toda política que busque restaurar un sistema de gobierno que haya sido derrocado por una revolución. En la citada novela se habla de la acción y la reacción, cual si se tratase de cuerpos que, saliendo de la inercia, se activan conforme a leyes mecánicas, porque se suceden golpes y contragolpes en cruentas venganzas. 

Hablo de inercia, acción y reacción sólo en analogía con las leyes del movimiento físico, porque los movimientos políticos y sociales no responden a las mismas leyes que la ciencia física. Pero esta analogía permite decir que los chouanes eran los contras, que eran reaccionarios pues querían regresar al orden antiguo de la monarquía. Hay que señalar cuán candorosa la sencillez que los guerrilleros mostraban en sus acciones políticas. Los enterados decían luchar por lealtad a los príncipes, y los que no se enteraban, solamente fueron arrastrados por la guerra. 

Los chouanes mantuvieron la comunicación con su dirigencia que se encontraba exiliada, en Inglaterra. Para ello se organizó una diligencia, en el sentido de un correo. El correo chuan es una persona. Se trata del caballero que fabricó una pequeña y frágil embarcación para mantener comunicados a los príncipes y la guerrilla contrarrevolucionaria, a pesar del cerco que le tendieron los azules. “La canoa era una pluma —dice D´Aurevelly—, que empezó a bailar suavemente sobre las olas. [ 7] 
        
En una ocasión, tras escapar de los Azules, el caballero se refugió en Inglaterra, en donde los príncipes le encargaron de una misión personal. La misión era transportar a un importante líder desde Guernessey hasta la costa de Francia. Pero la canoa del caballero Destouches era muy pequeña y rudimentaria, “apenas podía sostener un solo hombre y [...] estuvo expuesta a hundirse cien veces bajo el peso de los dos. Para suprimir toda carga inútil remaron con los fusiles”. [8]

Aquí está la referencia exacta del correo chuan, del que habla López Velarde. Con base en ella puedo decir por qué la incluye en su poema: porque así como D´Aurevelly fue un literato de la restauración monárquica, consumido por la nostalgia, López Velarde es un reaccionario, de corazón.

Al perfilar el aspecto ideológico de “La Suave patria”, digo que éste poeta es un reaccionario de corazón; pero lo hago comparándolo con Barbey D´Aurevelly, quien es el referente literario más destacable debido a las afinidades entre el poeta zacatecano y este otro francés, autor de Las diabólicas. Aunque, cabe reiterar que, en lo político, López Velarde puede ser considerado más un conservador que un restaurador, y, sobre todo, que lo político se empequeñece frente a lo sentimental. 

Al parecer nunca se es lo suficientemente precavido para no distorsionar el poema con las connotaciones políticas, ni explícito, para determinar la clase de reacción que suscribió su autor: López Velarde es un reaccionario; pero íntimo. 

Si López Velarde ha de ser calificado de reaccionario, hay que matizar, porque no tuvo exactamente la misma actitud del narrador decadentista D´Aurevelly. No creo que el poeta mexicano quisiera regresar al régimen político anterior a la Revolución Mexicana de 1910, que en este caso es el de Porfirio Díaz. ”Suframos; pero no retrogrademos”,[9] dice el jerezano, en la voz de un pseudónimo, Esteban Marcel. 


No vale calificarlo de retrógrado en tal sentido; aunque se puede indicar otro horizonte de la regresión histórica, que está más relacionado con el catolicismo que profesaba Ramón. El énfasis no debe ponerse en lo de reaccionario, sino en el corazón, con el solo propósito de indicar lo sentimental. Así como La Dolorosa recibe las dagas en el pecho, este poeta sufrió en lo más íntimo los estragos de la guerra revolucionaria. 

La novela citada tiene implicaciones políticas y hay otras que pueden servir a ese propósito, como una de Víctor Hugo que se titula El Noventa y Tres, basada igualmente en la chuanería. Pero, no hablaré más sobre esa obra, cuya trama es digna de la pluma de aquel romántico, porque ya dejé aclarada la cita del correo. 

Lo amable siempre será ponderar más los motivos íntimos que los políticos. En la lectura del poema encontramos un hombre nostálgico, anhelante de las virtuosas mujeres, tanto de aquellas que le rodearon durante su infancia, como de otras, quizá no tan virtuosas, que conoció a lo largo de su vida. El valor de la patria no estriba tanto en sus héroes como en su "mujerío". Sobre todo, el autor se refiere a sus tías y primas, así como a sus novias. Para mayor complejidad, se trata de todas las mujeres que le atraían en una "dualidad funesta/Ligia, la mártir de  pestaña enhiesta/ y de Zoraida la grupa bisiesta"", tal como dice en otro poema (“Treinta y tres"). Y es que la vida de este poeta transcurrió entre un harem y un hospital. Zoraida es una de las odaliscas que le atienden en el primero de estos lugares, así como Ligia, en el segundo. Se trata de un personaje de otra novela, que sí conoció Ramón. Esta vez de H. Sienkiewicz: Quo Vadis?

“La suave Patria" es, en su totalidad, una alegoría, porque enlaza una serie de metáforas. Incluso, la serie termina con la mención de una carreta alegórica. La carreta es muy sencilla: de paja, lo cual justifica que se haya considerado a López Velarde como  poeta bucólico, pues enfatiza su preferencia por la vida campesina (en el primer acto dijo que “el niño Dios te escrituró un establo/ y los veneros de petróleo, el diablo”). 


El desfile de carros alegóricos describe una cultura que va quedando en el olvido. Por eso hay otras féminas, las "cantadoras"; que no lo eran de oficio, sino para vender cualquier mercancía. El poeta delata que, en aquellos días, “quieren desaparecer” el ánima y el estilo de la patria. Efectivamente, las cantadoras han desaparecido. Ya no se las ve, pregonando. 

El poeta llega al extremo nostálgico por aconsejarle a la patria que, para su dicha, debe ser "siempre igual", y que debe imitar al AVE, pues la Salve María sigue estando "taladrada en el hilo del Rosario". Instancias distintas y con distinta suerte, la Nación Mexicana y la Iglesia Católica. La segunda es "más feliz que tú", le espeta Ramón a nuestra patria, suave; pero laica, muy a su pesar.  

Otro poema, “El retorno maléfico”, describe a Jerez como un paraíso devastado por la guerra revolucionaria. El quid se encuentra en aquel momento, a la escucha de "alguna señorita/ que canta en algún piano/alguna vieja aria; / el gendarme que pita..." y entonces viene el sentimiento acuciante: una "íntima tristeza reaccionaria”. López Velarde es un reaccionario; pero íntimo, de corazón.


                                                                                                                          Luis Manuel Urbina

                                                                                                                                        marzo de 2011


[1] “Novedad de la patria”,  en El minutero, publicado en 1923.
[2] En el periódico La Nación, “Vidrios de colores”, México: 30 de agosto de 1912.
[3] Idem.
[4] “La suave patria”, Loc. cit.
[5] “Novedad de la patria”, Loc. cit.
[6] Se han hecho otras glosas de la “La suave patria”, como la de Juana Meléndez, que es criticable porque ofrece explicar el poema estrofa por estrofa, escamoteando la número 2 del proemio, limitándose a decir:“o sea que no obstante la actitud épica que aparece en la obra, esta no será una pieza discursiva [sic] y retórica ya que empleará sus propias armas o sea las del artista, del creador. Como los brazos del correo chuan. He aquí el único elemento exótico que emplea el poeta: chuan” (La suave patria de Ramón López Velarde, p. 39 ). Mucho mejores resultaron los textos de Francisco Monterde, de Eugenio del Hoyo y de Eliseo Rangel, porque atinan al referir la novela de Barbey D´Aurevelly. Rangel dice que: “a fines del siglo XIII, durante la guerra civil y religiosa que dividió Francia, en la Bretaña donde peleaban los bravos chuanes, hombres decididos atravesaban el Canal de la Mancha para ir a Inglaterra en demanda de ayuda y de instrucciones de sus jefes allá refugiados”(Los minutos hiperbólicos de López Velarde, pp. 87-88) .
[7] El caballero Destouches, p. 150.
[8] Ibidem, p.58.
[9]Orozco”, en La nación, “instantáneas, México, 25 de julio de 192. Aquí López Velarde señala que, paradójicamente, es Pascual Orozco el revolucionario que quiere regresar al Porfiriato